Si todas nuestras palabras son amables, los ecos que
escucharemos también lo serán.
¡La manera en que nos comportamos con los demás demuestra
cuánto creemos en Dios!
* Una palabra irresponsable: puede encender discordias.
* Una palabra cruel: puede arruinar una vida.
* Una palabra de resentimiento: puede causar odio.
* Una palabra brutal: puede herir o matar.
* Una palabra amable: puede suavizar las cosas.
* Una palabra alegre: puede iluminar el día.
* Una palabra oportuna: puede aliviar la carga.
* Una palabra de amor: puede curar y dar felicidad.
¡Las palabras son cosas vivas! ¡Bendicen o maldicen,
Alientan o abaten, Salvan o condenan.
Somos parte de una trama
energética, lo que hacemos incide en la configuración del medio que nos rodea.
Las vibraciones que emitimos van moldeando nuestra realidad.
Por esto es tan importante
bendecir, que no es otra cosa que “hablar bien”.
Cada palabra tiene una vibración
específica y va a asociada a un sentimiento y pensamientos determinados. Al
final son distintas formas de
manifestación de energía, pero es esa energía creadora la que le da forma a
nuestro mundo.
Somos responsables de lo que decimos. Bien nos haría tener presente el
poder de estas sutiles herramientas de construcción. Las palabras no son la
realidad, pero le dan forma.
La próxima vez que abramos la
boca para decir algo, procuremos recordar que aquel inofensivo conjunto de
letras puede hacernos vivir un sueño o cavar nuestra tumba.
Extraido de: http://reflexionesdiarias.wordpress.com/2011/09/28/el-poder-de-tus-palabras/
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