En un pasado no lejano, los
jóvenes aspiraban a convertirse en abogados o médicos. Ahora, anhelan alcanzar
la fama de Mark Zuckerberg o de Angelina Jolie, un deseo que se extiende
también a los adultos. La imposibilidad de lograr semejante objetivo causa
estragos en la imagen que se tiene de uno mismo y menoscaba nuestro sentimiento
de merecimiento personal.
Strenger ha realizado una extensa
investigación interdisciplinar que ha demostrado que, en la última década, el
miedo a la “insignificancia” se ha extendido en la sociedad moderna. Los
hallazgos de su estudio han sido presentados en un libro reciente, titulado The
Fear of Insignificance: Searching for Meaning in the Twenty-first Century (El
miedo a la insignificancia: buscando el sentido en el siglo XXI) En este libro,
se reflejan las investigaciones llevadas a cabo durante una década acerca de
los niveles incrementados de ansiedad y depresión en el individuo. (...) La principal
conclusión de este compendio es la siguiente: el miedo a la insignificancia
tiene su origen en el acceso mediático global, que propicia que cualquiera
pueda compararse con las personas más importantes del mundo.
En entrevista exclusiva para la
revista Tendencias21, el psicólogo de la Universidad de Tel Aviv explica de
manera detallada el fenómeno del miedo a la insignificancia, sus consecuencias
para nuestra sociedad y también la manera de superarlo:
¿Por qué empezó usted a estudiar
el fenómeno del “miedo a la insignificancia? ¿Se dio cuenta de que había
mayores niveles de ansiedad en sus pacientes, en el marco de su práctica médica
regular?
A finales de la década de los
años 90, comencé a notar que la gente se preguntaba con mayor frecuencia si
estaba llevando una vida importante, y empecé a cuestionarme el porqué. (...). Por otro
lado, cada vez aparecían más informes dentro de la literatura psiquiátrica
acerca del aumento de la depresión y de la ansiedad. Me preguntaba por qué
pasaba todo esto, particularmente cuando muchas personas de las que trataba llevaban
vidas interesantes y gratificantes. A pesar de todo, se sentían ansiosas y
pensaban que no lo estaban haciendo suficientemente bien.
¿Qué es el “homo globalis”?
Estamos siendo testigos de una
revolución comparable en alcance con la revolución industrial de los siglos
XVIII y XIX, aunque mucho más rápida que ésta. En un periodo de tiempo muy
breve, las nuevas tecnologías de la comunicación han dado lugar a un sistema de
infoocio global que está cambiando profundamente la cultura y la economía globales.
El “homo globalis” es una nueva especie humana íntimamente vinculada con este
sistema, y cuya experiencia viene definida por sus contenidos.
¿Cómo pueden los medios de
comunicación globales afectar o impactar en la forma en que nos percibimos a
nosotros mismos?
El sistema de infoocio global
está necesitado de celebridades globales que resulten atractivas a la audiencia
global, con fines publicitarios. Como resultado, los medios de comunicación
están llenos de historias de éxito global, desde la de Steve Jobs a la de Oprah
Winfrey. Estas historias llegan a formar parte de nuestras consciencias, en las
que se perpetúa el mito de que un éxito de este tipo es accesible para todo
aquél que, simplemente, tenga iniciativa y talento. Pero esto es completamente
falso: los medios de comunicación están llenos de historias que en realidad le
pasan sólo a una persona entre un millón. A pesar de eso, todos acabamos
sintiendo que si no tenemos tanto éxito es que hemos fallado y nuestra vida no
es importante.
Su investigación se hizo
siguiendo un método interdisciplinar.
En su opinión, ¿qué otros factores
podrían estar fomentando la ansiedad creciente del individuo moderno, además de
su miedo a la insignificancia?
Hay diversos factores, como la
valoración que se hace de la juventud en los medios de comunicación, las
historias sobre éxitos a muy temprana edad. Mark Zuckerberg, que a los 26 años
ha cambiado el mundo, es un ejemplo perfecto. Estos modelos hacen que la gente
tema que aquello que no han logrado antes de los 40 años deje de ser realizable
y valioso a partir de entonces. Esta idea aumenta la ansiedad y desvaloriza las
carreras tradicionales, que precisan de mucho tiempo para evolucionar y no
conducen a un éxito financiero espectacular ni a la fama.
¿Cuáles serían las consecuencias
del miedo a la insignificancia para la sociedad?
Este miedo propicia una búsqueda
constante del éxito rápido. Las personas talentosas buscan desesperadamente el
éxito precoz. Por otro lado, aquéllos que no sienten la necesidad de hacer
carrera, están fascinados por la telerrealidad, el género definitorio de la
televisión hoy día. Porque en la telerrealidad podemos ver cómo individuos
“corrientes”, como cualquiera de nosotros, se hacen famosos en nada de tiempo.
Valores como la investigación en el conocimiento o la contribución a la mejora
de la sociedad están menos claros en nuestra sociedad de lo que nunca lo han
estado anteriormente.
¿Cómo podemos superar el miedo a
la insignificancia?
No creo que pueda eliminarse la
comparación en la constitución de la autoestima. En algún grado, todos nos
comparamos a nosotros mismos con los demás. Pero necesitamos hacernos
conscientes de que si medimos nuestra propia valía a partir de criterios comparativos
como la riqueza y la fama, estamos condenados a vivir en un miedo constante a
la insignificancia.
He trabajado con muchas personas
exitosas, y puedo decir que si sólo te mides a ti mismo a través de la
comparación con los éxitos ajenos, nunca te sentirás satisfecho: tu exposición
perderá valor; a los críticos no les gustará tu próximo libro; alguien de tu
propia empresa llegará más lejos que tú y más rápidamente… Cada logro se
convertirá sólo en un punto de referencia a superar, por el logro siguiente.
El camino hacia la
auto-realización pasa por sentir que uno está viviendo de manera auténtica su
propia vida, que existe una lógica inherente a nuestro propio desarrollo. La
autoestima estable se alcanza a través de lo que yo llamo una “auto-aceptación
activa”: ésta requiere del autoconocimiento y de unos valores claros, así como
de una conciencia creciente sobre nuestra contribución al mundo. Esta
contribución no puede ser evaluada con mediciones comparativas.
La segunda herramienta sería la
inversión en nuestra propia cosmovisión. (...) La educación liberal no debería orientarse sólo
hacia la obtención de rápidas y exitosas carreras, sino también hacia
cuestiones fundamentales acerca de los valores y verdades que se han perdido en
los últimos tiempos, y que necesitan ser reestablecidas. Pero la inversión en
la cosmovisión personal no termina cuando te gradúas. Es un proceso para toda
la vida, que debería ser valorado y disfrutado.
Extraido de: http://denkomesa.blogspot.com/2011/10/miedo-la-insignificancia.html
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